Genio y figura

© Justo Fernández López www.hispanoteca.eu

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Busco una analogía alemana de "genio y figura". No me refiero a "genio y figura hasta la sepultura" -que se encuentra en su Diccionario fraseológico- sino a "genio y figura" a secas. Sé que hay algunos títulos literarios (de Borges, entre otros) pero no encuentro ninguna traducción que haga Sinn en alemán. En "La sombra del viento" una parte importante de la novela se titula así, y como no se me ocurrió nada mejor decidí crear un título elocuente que encajara con el texto y puse "Kopf und Kragen". Pero claro, es mal sucedáneo...

Con Kopf und Kragen se asocia más bien en español ‘jugarse el tipo’, ‘jugarse el pellejo’, ‘jugársela’, ‘arriesgar la vida’, etc. La expresión genio y figura hasta la sepultura quiere decir que es tan difícil cambiar de carácter como de figura, determinada figura y determinados rasgos de carácter son parte del ‘destino’ de una persona, le son ‘destinados’.

Cuando nos referimos a alguien como genio y figura damos a entender que se trata de una persona con una personalidad determinada o una forma de ser o de obrar inconfundible. En español hay muchas biografías que comienzan con Genio y figura de..., que equivalen al alemán Porträt eines..., etc.

Es importante tener presente la carga semántica del sustantivo genio, que en nuestro lenguaje actual solemos entender como genial, pero que tiene una gran tradición en la cultura greco-latina.

Demonio viene del latín daemon ‘espíritu maligno’, del griego dáimon (δαίμων) ‘poder divino, dios, fortuna, hado, suerte, destino’. La voz griega dáimon se deriva del verbo griego dáiomai (δαίομαι, voz media de δαίω) ‘partir, repartir, dividir’, significa propiamente ‘el que distribuye, reparte, asigna el destino a las personas’.

La voz latina daemon, préstamo del griego dáimon, está documentada desde Lucio Apuleyo (125-180 d. C.); la interpretación cristiana de demonio, desde Tertuliano (155-202 d. C.).

En griego antiguo se designaba la divinidad unas veces como theós (ϑεός) y otras como dáimon (δαίμων). Un concepto no excluye al otro: los dioses olímpicos se pueden llamar también dáimones (δαίμονες), y los seres negativos y demoníacos se pueden denominar también theoí (ϑεοί). Lo característico del dáimon es su forma de actuar anónima e imprevista; poco a poco va tomando la forma de una instancia que determina la suerte de las personas, una especie de hado. Fue Hesíodo el primero que dejó de identificar los dáimones (δαίμονες) con los dioses y dio una interpretación genérica del dáimon (δαίμων): las almas de los muertos actúan en el mundo como seres benéficos y guardianes de los hombres. Se desarrolló así la idea de los demonios que acompañan a los hombres en el transcurso vital desde el nacimiento como personificación del destino, de la móira (Μοίρα), interviniendo unas veces de forma positiva y otra de forma negativa. El que es feliz tiene un eudáimon (un demonio bueno) y el desgraciado, un kakodaímon o dysdáimon (un demonio malo). Más tarde, el cristianismo “angeliza” a los demonios buenos y “demoniza” a los malos. La función de mediadores la conservan ahora solamente los ángeles, todo lo negativo va a cargo de los demonios, que ahora son solamente seres malignos. Este dualismo lo aplicará más tarde la etnología y fenomenología de la religión para hablar de los dioses y divinidades de las culturas primitivas.

En Roma aparecen los demonios, en el sentido griego de dáimon (δαίμων), dáimones (δαίμονες), en forma de genios. El genius latino significa ‘espíritu protector / genio tutelar’ y es un sustantivo derivado del verbo latino gignere (genere) ‘engendrar, generar, dar a luz, producir’. El antiguo genius romano era, como personificación de la potencia generadora, el espíritu tutelar del hombre. Comienza su labor con el nacimiento de cada hombre, le acompaña en todo el transcurso de su vida e incluso más allá de la muerte. En la baja latinidad, el genius fue tomando el significado de ‘espíritu o genio creador, talento natural’, de ahí luego genio y genialidad.

Platón usa también el adjetivo, a veces sustantivado, daimónion (δαιμόνιον). Ambos suelen traducirse al español con el mismo vocablo ‘demonio’. Lo dáimones griegos habían sido concebidos antes de Sócrates como divinidades, pero en la época de Sócrates ya designan algo así como ‘superhombres’, seres hijos de los dioses, pero sin pertenecer a la esfera de las divinidades. En el Banquete de Platón, el Amor es pintado como un gran dáimon, intermediario entre lo mortal y lo inmortal. En la Apología de Sócrates, se refiere Platón al daimónion de Sócrates, cuando éste explica por qué no se ha ocupado de los asuntos de la ciudad e indica que el motivo de ello reside en que a veces emerge de él algo divino, theión (θειόν) y demoníaco, daimónion (δαιμόνιον) que desde su infancia una voz se hacía oír a veces en su interior para empujarlo a no hacer lo que había estado a punto de hacer.  Se puede interpretar esta voz de que habla Sócrates como la expresión de la vocación intransferible de cada hombre. La voz del daimónion de Sócrates es señala lo que no hay que hacer, es un imperativo negativo, una prohibición.

En los textos neopitagóricos y neoplatónicos, los dáimones son concebidos como intermediarios, algunas veces como divinidades inferiores (genios buenos o malos), otras veces como personalidades divinas a las que los hombres están ligados de tal forma que cada uno tiene su propio dáimon o genio.

En el judaísmo, y luego en el cristianismo, el dáimon griego es concebido como agente del mal, como un ángel caído por haberse rebelado Lucifer (‘el portador de la luz’) contra Dios. En el evangelio de San Juan (XII, 31) dice Jesús: “Ahora es el juicio de este mundo; ahora el príncipe de este mundo será arrojado fuera, y yo, si fuere levantado de la tierra, atraeré todos a mí”. De todos modos, para los autores cristianos, el demonio es una figura que forma parte del plan de la Providencia divina que se sirve de él a veces para tentar y probar a los hombres.

Vocabulario

 

Definición de genio:

Índole o inclinación según la cual dirige uno comúnmente sus acciones.

Mayor o menor disposición natural para cultivar una ciencia, arte, etc..

Sujeto dotado de esta facultad.

genio en mitología:

Deidad engendradora de cuanto hay en la naturaleza. Poder natural que encamina y dirige a los hombres, cosas y pueblos.

Cada cual tiene su genio que le hace estar en este mundo, le acompaña durante su carrera por el mismo y, finalmente, le saca de aquí cuando llega el término de su vida.

En Roma, el genio se convierte en una divinidad familiar, que se extiende luego a las comunidades, pueblos y lugares (genius loci) y, por fin, al mismo Imperio Romano y a la ciudad de Roma. Se simbolizó por la serpiente, después con figura humana o de niño alado. En las catacumbas de Roma representa al alma que abandona el cuerpo.

genio en psicología:

El genio es una aptitud intelectual, de fuerza nativa y espontánea, independiente de la cultura y del esfuerzo personal. Se distingue del talento en el carácter original y espontáneo de sus intenciones. Según Kant: “El genio es el favorito de la naturaleza”. También se distingue en la despreocupación respecto del éxito inmediato cuando sus intuiciones son llevadas a la práctica.

La relación entre genialidad y psicopatía no disminuye el valor del genio, mejor dicho, de sus obras.

genio y figura hasta la sepultura

Dice que el talante individual, sea el que fuere, se mantiene inalterable desde el primer llanto al último suspiro.

Según el Diccionario de Autoridades: «Refrán que explica no ser fácil mudar de genio.»

Tiene buen genio, o ser, buena índole; ... genio y figura hasta la sepultura. (Juan Benejam)

La analogía que se observa entre el carácter y la fisonomía del hombre, y la invariabilidad de uno y otra, durante su vida, parece ser una de las condiciones que Providencia ha puesto a su existencia. Genio y figura hasta la sepuntura. (Colección de proverbios y glosas, citado en Diccionario de Autoridades).

«Frase en que se pondera lo original e invariable de la forma de ser o actuar de una persona.» (María Moliner: DUE, 1998).

«genio y figura (hasta la sepultura)

Se usa para ponderar el carácter invariable de una persona:

Yo me hacía ilusiones de cambiarle, pero ya, ya, genio y figura.

Arce lo repetía en inglés, para que el marido de Fela se enterase. Genio y figura, que decía mamá.

Genio y figura hasta la sepultura, Fantazzini falleció entre rejas.»

[Seco, Manuel / Andrés Puente, Olimpia / Ramos González, Gabino: Diccionario fraseológico documentado del español actual. Locuciones y modismos españoles. Madrid: Santillana, 2004, 493]

ingenio

«Fuerza interior del ánimo con que muchas veces inventamos lo que de otros no aprendimos.» (Alonso Fernández de Palencia: Universal Vocabulario en latín y en romance, Sevilla, 1490, 214b)

ser corto de genio

ser tímido, encogido, apocado

genio e ingenio:

Según Covarrubias: «Ingenio es fuerza natural de entendimiento investigadora de lo que por razón o discurso se puede alcanzar en todo género de ciencias, disciplinas, artes liberales y mecánicas, sutilezas, invenciones y engaños.»

En el Siglo de Oro, una obra literaria escrita por un Ingenio de la Corte significaba: un sujeto dotado de facultades poéticas o creadores, lo que en francés se llama Bel esprit. El genio es la aptitud para determinadas cosas en particular, es la capacidad de inventar cosas nuevas, lo que en francés se llama génie.

genio. (Del lat. genĭus).

1. m. Índole o condición según la cual obra alguien comúnmente. Es de genio apacible.

2. m. Disposición ocasional del ánimo por la cual este se manifiesta alegre, áspero o desabrido.

3. m. Mal carácter, temperamento difícil.

4. m. Capacidad mental extraordinaria para crear o inventar cosas nuevas y admirables.

5. m. Persona dotada de esta facultad. Calderón es un genio.

6. m. Índole o condición peculiar de algunas cosas. El genio de la lengua.

7. m. carácter (firmeza y energía).

8. m. En la gentilidad, cada una de ciertas deidades menores, tutelares o enemigas.

9. m. Ser fabuloso con figura humana, que interviene en cuentos y leyendas orientales. El genio de la lámpara de Aladino.

10. m. En las artes, ángel o figura que se coloca al lado de una divinidad, o para representar una alegoría.

corto de genio.

loc. adj. corto (tímido, encogido).

ingenio. (Del lat. ingenĭum).

1. m. Facultad del hombre para discurrir o inventar con prontitud y facilidad.

2. m. Individuo dotado de esta facultad. Comedia famosa de un ingenio de esta corte.

3. m. Intuición, entendimiento, facultades poéticas y creadoras.

4. m. Industria, maña y artificio de alguien para conseguir lo que desea.

5. m. Chispa, talento para ver y mostrar rápidamente el aspecto gracioso de las cosas.

6. m. Máquina o artificio mecánico.

7. m. Máquina o artificio de guerra para atacar y defenderse.

8. m. Instrumento usado por los encuadernadores para cortar los cantos de los libros.

9. m. ingenio de azúcar.

ingenio de azúcar.

1. m. Conjunto de aparatos para moler la caña y obtener el azúcar.

2. m. Finca que contiene el cañamelar y las oficinas de beneficio.

afilar, o aguzar, alguien el ingenio.

frs. Aplicar atentamente la inteligencia para salir de una dificultad.

juego de ingenio

genial. (Del lat. geniālis).

1. adj. Propio del genio o inclinación de alguien.

2. adj. Placentero, que causa deleite o alegría.

3. adj. Sobresaliente, extremado, que revela genio creador.

4. adj. Magnífico, estupendo. U. t. c. adv.

5. m. vulg. Ar., Cantb. y Sal. Genio, índole, carácter.

geniudo, da.

adj. De mal genio, de carácter fuerte. U. t. c. s.

ingenioso, sa. (Del lat. ingeniōsus).

1. adj. Que tiene ingenio.

2. adj. Hecho o dicho con ingenio.

índole. (Del lat. indŏles).

1. f. Condición e inclinación natural propia de cada persona.

2. f. Naturaleza, calidad y condición de las cosas.

Vocabulario español > alemán

 

genio

Gemüt

Charakter

Veranlagung

[genio + adjetivo: genio musical > musikalische Veranlagung]

Genie

Kobold [in den Marchen]

genio tutelar

Schutzgeist

ser un genio

ein genialer Kopf sein

tener buen genio

gutmütig sein

tener mal genio

jähzornig sein

ser una persona de mal genio

unvenießbar sein [Person]

ein Hitzkopf sein

estar de mal genio

schlecht gelaunt sein

tener mucho genio

ein aufbrausendes Wesen haben

sehr temperamentvoll sein

descargar su mal genio en alguien /

descargar su mal genio sobre alguien

seine schlechte Laune an jemandem auslassen

ser genial

genial sein

toll sein

super sein

einsame Spitze sein

¡es genial!

es ist ja sagenhaft!

es ist ja irre!

es un tío genial

er ist ein toller Hecht

me parece genial

ich finde es echt stark

lo pasamos genial

wie haben viel Spaß gehabt

es war toll

un golpe de ingenio

ein Geistesblitz

ser ingenioso

geistreicht sein

witzig sein

erfinderisch sein

sinnreich [Sache]

tener una salida ingeniosa

einen genialen Einfall haben

ein Geistesblitz

un rasgo de genio

ein Geniestreich

tener genialidades

seine Eigenheiten haben

seine Schrullen haben

decir ingeniosidades

geistreich reden

tal como lo conocemos / tal como la conocemos 

wie er leibt und lebt /

 wie sie leibt und lebt

[= in seiner typischen Art / wie man ihn kennt]

¡es su vivo retrato!

das ist er, wie er leibt und lebt /

das ist sie, wie sie leibt und lebt

[= in seiner typischen Art / wie man ihn kennt]

genio y figura hasta la sepultura

niemand kann aus seiner Haut heraus

die Katze lässt das Mausen nicht

sich selber treu bleiben

das sieht ihm ähnlich

niemand kann über den eigenen Schatten springen

niemand kann über seinen eigenen Schatten springen

jung gewöhnt, alt getan

niemand kann sich anders machen, als er ist

er ist sich sein Leben lang treu geblieben

Haltung und Charakter wahre, von der Wiege bis zur Bahre!

jugarse la vida / jugarse el tipo

Kopf und Kragen riskieren 

sein Leben aufs Spiel setzen

genio y figura

das ist er, wie er lebt und leidet

... Ein Portrait

wie er leibt und leidet

genio y figura de...

Porträt...

der unverwechselbare...

Lebenslauf

Kurzbiograpfie

Lebensbild

Lebensbeschreibung

das eigenartige Leben von...

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Citas

 

«genio, 1580 (y ya mediados del siglo XV).

Tomado del latín genius ‘deidad que según los antiguos velaba por cada persona y se identificaba con su suerte’, ‘la persona misma, su personalidad’, derivado de gignere ‘engendrar’. La acepción ‘grande ingenio, hombre de fuerza intelectual extraordinaria’, principios del siglo XIX, se tomó del francés.

Derivados:

genial, 1490

ingenio, 1490 (engeño, 1251), latín ingenium ‘cualidades innatas de alguien’

ingenioso, 1490 (engeñoso, hacia 1280)

ingeniar, 1490

ingeniero, 1450

De ingenio por cambio de prefijo sale pergenio, 1605, y después pergeño, siglo XVII, primitivamente ‘talento’, ‘habilidad’, ‘aspecto, atavío’, de donde pergeñar ‘ejecutar’, 1737 (ya 1605, ‘adivinar el carácter de uno según su apariencia’), propiamente ‘dar pergeño o forma a algo’.»

[Corominas, Joan: Breve diccionario etimológico de la lengua española. Madrid: Gredos, 31987, p. 296]

«No sé hasta qué punto sea acertado emplear los vocablos de máxima laude refiriéndose a Zuloaga. Maeztu le ha llamado «genio». Esto es, desde luego, excesivo: genios son sólo los muertos. La genialidad es una condensación lenta de valores humanos sobre las obras de ciertos hombres, que en cuanto genios fueron inconmensurables a su época. Lo genial es una perspectiva secular que se han ido abriendo algunos libros, algunos cuadros y estatuas, algunas formas musicales. Sin esa trascendencia de lo contemporáneo no creo que haya motivo para usar de la palabra genio. Ocurre que luego de veinticuatro siglos continuamos sacando piedra nueva de la cantera platónica: Platón vive aún realmente, aún no es un pasado: Platón, por consiguiente, es un genio. La genialidad es, pues, un valor experimental. Maeztu aprende hoy en el «Quijote» a ordenar el mundo; luego Cervantes no quedó agotado en el horizonte de ideas y emociones de su tiempo: porciones de su espíritu trascendieron vírgenes de aquella edad y hoy van siendo fecundas. La genialidad es experimental: geniales son las creaciones que aún pueden tener hijos, que son matrices vivas de cultura. Si genio es lo inconmensurable a su tiempo, la anticipación de posibilidades ilimitadas, ¿cómo pretender medir el genio de un hombre que vive con nosotros, fundido con lo pasajero, lo circunstancial, lo convenido, lo baladí?.

Dejemos ese vocablo que nos obligaría para justificarlo a ser nosotros mismos genios; reservémoslo para los hombres divinos en que la humanidad se ha labrado a sí mismo con ejemplos, y para marcarles nuestro religioso respeto fijemos entre ellos y nosotros el margen de cincuenta, de sesenta años que podamos vivir.»

[José Ortega y Gasset: “¿Una exposición Zuloaga?”, en: El Imparcial, 29 de abril 1910 [O. C., vol. I, p. 140-141])

«Las decisiones no bastan para dar figura a la vida, pues la figura de la vida tiene forzosamente una línea de destinación.

Es ésta una idea que ha estado muy presente en el pensamiento humano. La tragedia griega no está constituida por lo que tiene de drama y de acción, sino por lo que la moira, el destino, es para las decisiones humanas. La tragedia griega está en esa conexión de carácter argumental entre la estructura supraindividual de la vida y lo que constituye sus decisiones y acciones. Cualesquiera que sean éstas, el destino se cumplirá inexorablemente. La grandeza de la tragedia griega está en que sus personajes no son dueños de su vida, sino en que se poseen trágicamente como actores de la moira de los dioses. De ahí la incomprensión de una interpretación puramente psicoanalítica de la tragedia griega.

La idea de esta conexión suprahistórica la expresaron los estoicos como fatum, que es como la secularización cósmica de la voluntad de los dioses convertida en razón universal que domina el cosmos entero. El hombre es impotente ante el destino, y la respuesta a esa forzosidad del destino es la impasibilidad estoica. En el mundo israelita había sido distinto: la idea de la conexión transcendente de las situaciones es interpretada como designio de la voluntad de Dios; es la idea de que hay una dirección en la historia, a la que apunta el profetismo. Pero aun en esta interpretación la vida no está en el designio de Dios, sino en la aceptación más allá de la impasibilidad, de ese designio. El cristianismo ha ampliado este concepto al sostener que no todo cuanto acontece es igualmente atribuible a Dios; se dice que nada ocurriría si Dios no lo quisiera, pero de ahí no se sigue que todo lo que ocurre haya sido querido positivamente por Dios; hay una voluntad meramente permisiva encuadrada en una voluntad de mayor bien posible. Los designios de Dios se cumplirán, cualesquiera que sean las decisiones humanas; y esto significa que cuando el hombre toma una decisión, creyendo que no obra más que por su propia naturaleza y decisión, lo que está haciendo en realidad es la obra de Dios. Es la idea que temáticamente va a surgir en el gran teólogo Hegel con el ardid de la razón [die List der Vernunft], parecido al ardid de una vida biológica en el que se satisface la necesidad sexual para que la especie se perpetúe, de modo que la especie trabaja para sí haciendo que el individuo trabaje por su interés individual. Parecido a este ardid de la vida es el hegeliano ardid de la razón, que viene a ser el precipitado idealista de la idea de providencia: el hombre al pone en ejercicio su interés individual está poniendo en marcha la voluntad de Dios sobre la historia.

Tenemos, pues, que el argumento de la vida está constituido por la duración, las decisiones, y la destinación. Lo que hay de vida en esta triple dimensión es que las acciones se han ejecutado, las decisiones se han tomado, y que el hombre marcha dentro de esa destinación. Ejecución, decisión, aceptación son las tres dimensiones de la autoposesión; expresan lo que es la sustantividad en su triple carácter unitario: agente, autor y actor de la vida. Y esa unidad es lo que hay de vida en el argumento de la vida.

Las tres dimensiones de la vida humana se hallan siempre presentes en ella, pero una de ellas puede cobrar mayor importancia.»

[Zubiri, Xavier: Sobre el hombre. Madrid: Alianza Editorial, 1986, p. 587-589]