Valer o merecer la pena de |
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¿En una frase como merece o vale la pena de ir a Venecia,
es correcto el empleo de la preposición de?
En la frase merece la pena de ir a Venecia no es correcto el uso de la preposición de porque ir a Venecia es el sujeto (nominativo) de merece la pena («aquello que merece o vale la pena»). Por tanto, lo correcto es
Merece la pena ir a Venecia. =
Ir a Venecia es algo que merece la pena.
Vale la pena ir a Venecia.
Ir a Venecia es algo que vale la pena.
La construcción valer o merecer la pena no va seguida de preposición, cuando lo que se enuncia a continuación de pena es el sujeto de la frase (esto es, «aquello que vale la pena»).
En cambio, debe llevar la preposición de cuando además del sujeto de la construcción –que expresa aquello que vale o merece la pena– aparece en el enunciado un complemento del sustantivo pena, introducido por la preposición de. Lo que sigue a pena no es el sujeto de la frase, sino un complemento del sustantivo pena («en qué consiste la pena o trabajo»).
«Cuando el complemento de pena es un infinitivo, este tiene que estar en forma pasiva. No es correcto anteponer la preposición de al sujeto de valer o merecer la pena, como si estas construcciones fueran impersonales» [DPD].
Este libro no vale la pena de leerse (o de ser leído).
(el sujeto es este libro y de leerse es complemento del sustantivo pena).
El amor que no acaba con la muerte no merece la pena de llamarse amor.
Una vida no reflexionada no merece la pena de ser vivida.
Algunos piensan que en este país el legítimo derecho al voto no merece la pena de ser ejercido.
Este periodista no merece la pena de ser tomado en serio.
Falso empleo de la preposición de precediendo el sujeto de la frase:
*Este sitio no merece la pena de visitarlo.
Correcto: Este sitio no merece la pena visitarlo.
= Visitar este sitio es algo que no merece la pena.
*No merece la pena de detenerse por más tiempo en esto.
Correcto: No merece la pena detenerse por más tiempo en esto.
= Detenerse por más tiempo en esto es algo que no merece la pena.
*Esta tesis no merece la pena de refutarla.
Correcto: Esta tesis no merece la pena refutarla.
= Refutar esta tesis es algo que no merece la pena.
*Con colegas como estos no merece la pena de juntarse.
Correcto: Con colegas como estos no merece la pena juntarse.
= Juntarse con colegas como estos es algo que no merece la pena.
*Para una carrera sin porvenir no merece la pena de matarse a estudiar.
Correcto: Para una carrera sin porvenir no merece la pena matarse a estudiar.
= Matarse a estudiar para una carrera sin porvenir es algo que no merece la pena.
Citas
«pena – valer o merecer la pena
Vale o merece la pena leer este libro
se construye sin ninguna preposición entre pena y leer, porque leer este libro es el sujeto de vale o merece. Lo mismo ocurre si decimos
Este libro vale o merece la pena leerlo,
pues el sujeto de vale o merece sigue siendo leerlo (= «leer este libro»), y la única particularidad es que el complemento de leer –ese libro– ha sido adelantado al comienzo de la frase.
En cambio, cuando decimos
Este libro no vale la pena de leerse (o de ser leído),
es necesaria la preposición de entre pena y lo que sigue, que ya no es su sujeto, sino su complemento (el sujeto ahora es este libro).
Resumiendo, pues: la construcción valer o merecer la pena no debe ir seguida de ninguna preposición, cuando lo que se enuncia a continuación de pena es el sujeto de la frase (esto es, «aquello que vale la pena»). Debe llevar de cuando lo que sigue a pena no es el sujeto de la frase, sino un complemento de pena («en qué consiste la pena o trabajo»).
Darse la pena, en castellano hablado por catalanes, corresponde al normal tomarse el trabajo.
El nombre pena es uno de los muy contados que pueden ir regidos por la preposición so. Forma con ella la locución prepositiva so pena de, ‘bajo pena de’: so pena de excomunión. No debe omitirse de, como se hizo en este ejemplo:
Muy difícilmente se podía dar el señor Ruiz Gallardón en el tozuelo, so pena que el señor Moral le insultara gravemente.»
[Seco, Manuel: Diccionario de dudas y dificultades de la lengua española. Madrid: Espasa-Calpe, 101998, p. 336]
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«merecer o valer la pena
Estas construcciones significan, dicho de una persona o de una cosa, ‘ser valiosa, útil o digna de que se haga un esfuerzo por conseguirla’ y, dicho de una acción o de un estado, ‘estar bien empleado el esfuerzo que supone’. El sujeto puede ser un sustantivo –que puede concordar en número con merecer o valer– un infinitivo o una oración subordinada introducida por la conjunción que:
¿Vale la pena tanto alboroto?
Muchos anises valen la pena por el sabor popular de su botella.
No merece la pena ser titiritero.
No vale la pena que le preguntes sobre este asunto.
Además del sujeto de la construcción –que expresa aquello que vale o merece la pena– aparece a menudo en el enunciado un complemento del sustantivo pena, introducido por la preposición de, que expresa en qué consiste dicha pena o esfuerzo:
¿Quién es él ahora? Nadie que merezca la pena de un acuerdo.
Las poesías de los barundí valen la pena de ser conservadas y estudiadas.
Esta historia bien vale la pena de ser contada en detalle.
La vida valía la pena de vivirse.
Como se ve por los ejemplos, cuando el complemento de pena es un infinitivo, este tiene que estar en forma pasiva. No es correcto anteponer la preposición de al sujeto de valer o merecer la pena, como si estas construcciones fueran impersonales:
*Valdría la pena de que el Gobierno español dejase de alentar fechas utópicas.
*No creo que valga la pena de poner ejemplos.
*Son dos países que quizá no tengan excesivos partidarios, aunque bien merece la pena de fijarse en ellos.
Las oraciones correctas serían, en cada caso, las siguientes:
Valdría la pena que el Gobierno...
No creo que valga la pena poner ejemplos.
Bien merece la pena fijarse en ellos
(fijarse en ellos es el sujeto de merece la pena).
Bien merecen la pena de fijarse en ellos
(el sujeto implícito de merecen la pena son los dos países antes aludidos, y fijarse en ellos es el complemento de pena).»
[RAE: Diccionario Panhispánico de Dudas. Madrid: Santillana, 2005, p. 493]