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Complemento indirecto y dativo

Problemas de delimitación

© Justo Fernández López

Gramática española - Nivel superior

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horizontal rule

caso - dativo - complemento indirecto

Clítico. En la lingüística actual, ‘clítico’ suele usarse con un sentido más restringido para hacer alusión a ciertas unidades gramaticales átonas cuyo funcionamiento se aproxima al de los afijos, como son las tradicionalmente llamadas formas pronominales átonas del pronombre personal: me, te, se, nos, os, se, le, les, lo, la, los, las.

«Caso. La palabra casus latina es una traducción de la griega πτῶσις [ptósis], sustantivo del verbo πίπτω [pípto] = cadere = caer, que aparece por primera vez usada por Aristóteles, el cual le daba una acepción más amplia, ya que abarcaba también formas derivadas. Los peripatéticos no consideraban el nominativo como un caso, sino como una forma fundamental de la palabra, de la cual eran derivaciones o "caídas" el genitivo, dativo y acusativo. Los estoicos fueron los que dieron sus denominaciones a los cinco casos que se conocían en griego, a saber: ὀνομαστική (πτῶσις) [onomastiké ptósis] y también ὀρθή [orthé] (caso recto) = nominativo; γενική [geniké] (también πατρική y también κτητική [ktetiké] = genitivo; δοτικ [dotiké] (y también ἐπισταλτικ [epistaltiké]) = dativo; ατιατικ[aitiatiké] = acusativo y κλητική [kletiké] (y también προσαγορευτική [prosagoreutiké]) = vocativo. El primero se llamaba caso recto, y los otros tomaban el nombre de oblicuos (πλάγιαι πτσεις). Otros casos hubo primitivamente en griego, de los cuales sólo quedaron vestigios.

Los latinos no hicieron más que traducir estos nombres, que ya en su lengua original eran poco acertados, porque ante todo sólo designaban uno de los usos de cada caso, y muchas veces este uso no era siquiera el más característico, de tal suerte que las denominaciones no permiten colegir la verdadera índole o esencia de los casos. [...]

Mucho se ha discutido si los casos son o no una de las condiciones esenciales de las lenguas, pues de una parte se alega que hay idiomas sin casos, considerando éstos como desinencias, y de otra que el caso es algo más que una desinencia, pues la falta de ellas no impide a las lenguas que no las tienen expresar todas las circunstancias de relación o dependencia. [...]

En cuanto al castellano, discutieron la existencia de los casos gramáticos como Escaligero y el Brocense, por no citar sino los más eminentes. Hoy la cuestión no se discute. Se admite por comodidad la nomenclatura tradicional, y la Gramática de la Real Academia in intenta siquiera la definición de "caso". Se propugna, sí, la necesidad de desentenderse de dicha nomenclatura, y aun de la declinación, por lo menos en la Gramática elemental.» [Martínez Amador, Emilio M.: Diccionario gramatical y de dudas del idioma. Barcelona: Sopena, 1974, p. 235-236]

«Dativo (del latín dativus) es el tercer caso de la declinación griega, de la latina, de la alemana, de la rusa, etc., que en su colocación se ajustan a lapauta que nos trazaran los gramáticos antiguos. Los griegos lo llaman δοτική (πτῶσις) [dotiké ptósis] o también ἐπισταλτική [epistaltiké]. Para los gramáticos estoicos era un de los tres casos oblicuos (πλάγιαι πτσεις), que para ellos valían por dependientes, a diferencia del caso recto, que era el nominativo.

Debió el dativo su nombre, que en castellano procede del latín, y en latín era traducción del griego, a una de sus muchas posibilidades de uso, la más fácilmente perceptible, esto es, a la que nos sirve para expresar el término último de la acción del verbo dar (en griego δδωμι [dídomi]): dar algo, en su sentido recto, no se concibe sin añadir a alguien. Teniendo en cuenta esto, los alemanes le llaman, además de Dativ(um), Gebefall = caso de dar; y lo definen como el caso que indica que "la acción se perfecciona con relación a un nombre (para alguien)".

Si de la nomenclatura puramente formal (que en ningún caso indica nada, ni aun en el dativo, pues el término definitivo de la acción de dar es sólo una de sus funciones) pasamos a su nomenclatura sintáctica, tradicionalmente se viene llamando al dativo "complemento indirecto".» [Martínez Amador, Emilio M.: Diccionario gramatical y de dudas del idioma. Barcelona: Sopena, 1974, p. 433-434]

Complemento es la palabra o palabras que completan la significación de algún elemento de la frase. Es directo cuando recibe la acción verbal y expresa la cosa actuada por el sujeto (veo una película). Es indirecto cuando expresa la persona o cosa que recibe daño o provecho de la acción verbal, o el fin a que dicha acción se dirige (regaló flores a su mujer).

La función complemento es una función puramente sintáctica, o más concretamente, oracional. Los complementos se pueden dividir en dos grupos: los que son exigidos por las características léxicas del verbo y los que no son exigidos por el verbo. Los complementos exigidos por el verbo se llaman complementos argumentales: el complemento directo (CD), el complemento indirecto (CI) y el complemento de régimen preposicional (CRP). Los complementos no exigidos por el verbo se denominan no argumentales: los complementos circunstanciales (CC). Los complementos predicativos (adyacentes atributivos) no todos son elementos imprescindibles.

"La definición nocional del complemento indirecto como el que recibe indirectamente la acción verbal no obedece más que a una reinterpretación de la palabra indirecto, enfocada ahora desde una perspectiva semántica, y ha sido objeto en algunas ocasiones de críticas jocosas, como aquella según la cuel en el caso, por ejemplo de Ignacio dio una bofetada a Pepe la acción que recibe Pepe no es precisamente indirecta, lo que, como puede argumentarse, implica sin duda una confusión entre el plano lingüístico y el de la realidad. Pero cuestiones anecdóticas aparte, no cabe duda de que el objeto indirecto puede caracterizarse así, por cuanto que, en contextos transitivos, su incidencia con el verbo se produce a través del objeto directo. [...] Esto parece demostrarse por el hecho de que, si el GV [grupo verbal] es conmutable léxicamente por un verbo de carácter igualmente transitivo, automáticamente el objeto indirecto pasa a objeto directo: Ignacio abofeteó a Pepe." [Porto Dapena, José-Álvaro: Complementos argumentales del verbo: directo, indirecto, suplemento y agente. Madrid: Arco/Libros, 1994, p. 26-27]

En español, la forma pronominal átona le suele identificarse como pronombre o clítico de ‘dativo’, por ser la variante formal utilizada para indicar la existencia de un objeto indirecto: “Le he regalado una maceta preciosa a mi suegra”.

‘Dativo’ también se utiliza en algunos tratados de gramática para identificar una clase de complementos que se consideran diferentes del objeto indirecto, aunque coincida con él en algunos aspectos. Se caracterizan porque pueden realizarse, bien mediante un clítico de ‘dativo’ (“El chico se les va a la mili”), bien mediante el clítico y un sintagma nominal, precedido de a, alusivo a la misma entidad: “A Doña María se le casa la niña”, “A los vecinos el abuelo se les duerme delante de las visitas”; de ahí su semejanza con los objetos indirectos, como en “Les he regalado la colección a mis sobrinos”. Pero, a diferencia de los complementos conceptuados como objetos indirectos – en los textos que asumen esta distinción –, los ‘dativos’ no forman parte de las valencias verbales, no son seleccionados por el verbo. En tanto que regalar sí implica, por su significado, un destinatario (a mis sobrinos), irse, casarse, dormirse no requieren el tipo de complemento representado por el ‘dativo’. Éste es, simplemente, un complemento añadido a la predicación nuclear, alusivo a una entidad interesada o afectada, en alguna medida, por la acción o el proceso verbal.

En las descripciones en las que no se establece la diferencia entre complemento u objeto indirecto y ‘dativo’, con la acepción anteriormente mencionada, es usual, no obstante, que el término ‘dativo’, acompañado de distintas especificaciones (dativo ético, dativo posesivo, dativo de dirección, dativo de relación), se utilice para aludir a los diferentes valores o sentidos que puedan tener los objetos indirectos en enunciados concretos. Por ejemplo, Cano Aguilar (1981: 336), en los enunciados “No me seas tan burro”, “Este Betis me juega como quiere”, el objeto indirecto me presenta “un valor de ‘dativo ético’. Según Alcina y Blecua (1975: 868), en los enunciados “Le pareció magnífico”, “Se le reían”, el complemento indirecto le tiene el sentido especial que corresponde al dativo de relación, que expresa la persona para la que es válido lo que el verbo enuncia.

En algunos análisis lingüísticos de orientación tradicional el término ‘dativo’ se utiliza como equivalente a complemento u objeto indirecto." [Alcaraz Varó, Enrique / Martínez Linares, María Antonia: Diccionario de lingüística moderna. Barcelona: Editorial Ariel, 1997, p. 157-158]

El complemento indirecto (CI) también recibe el nombre de objeto indirecto, o en la terminología de Alarcos Llorach simplemente complemento (para distinguirlo del objeto directo, que para Alarcos es el implemento).

«Es preciso insistir en la diferencia de estas dos cosas, caso y complemento, porque de confundirlas proviene el no haberse dado hasta ahora una idea exacta de nuestra declinación. Me, les, los, son casos complementarios, casos que significan complemento por sí solos, rechazando toda preposición (como el genitivo y dativo de los nombres latinos), y precisamente uno de dos complementos o ambos, el acusativo y el dativo. Pero estos dos complementos pueden expresarse por otros medios. [...]

Deseoso de no desviarme de la nomenclatura admitida sino en cuanto fuese indispensable, he conservado las palabras acusativo y dativo, la primera para el complemento acusativo, y la segunda para el complemento dativo; pero tal vez sería lo mejor desterrarlas de nuestra gramática, por que en latín acusativo y dativo significan desinencias, casos; y en el sentido que les damos nosotros no denotan casos o desinencias, sino complementos.» [Andrés Bello: Gramática de la lengua castellana destinada al uso de los americanos (1847), Nota VI]

«Complementos indirectos y dativos

Una de las causas que han contribuido al mantenimiento secular de la referencia a los casos en las gramáticas romances fue sin duda el peso de las gramáticas latinas. [...] Gramáticos griegos y latinos se apoyaban en sus descripciones en el significante, en la variación morfológica (la ptósis). A partir de ahí, cada caso se asociaba a determinados contenidos. Cuando las oposiciones formales de la declinación desaparecen, los gramáticos siguen manteniendo los primitivos conjuntos, las antiguas clasificaciones. [...]

La aparición de las nociones funcionales de ‘complemento directo’ y ‘complemento indirecto’ significa una ruptura conceptual. El complemento es, como supo ver nítidamente Bello (1847), un ‘oficio’ desempeñado por palabras o grupos de palabras. La sintaxis explicada desde los ‘casos formales’ presentaba una dependencia exacerbada de la morfología. Vista, por el contrario, desde los ‘casos semánticos’, dependía en exceso del sentido. Cuando se introduce la noción de ‘oficio’ (precursora del concepto de ‘función’) la sintaxis inicia una andadura autónoma. [...]

Una vez que se generaliza la visión funcional, muchos gramáticos tradicionales aplican indiferentemente los términos ‘complemento indirecto’ y ‘dativo’ para referirse a la función objetiva, mientras que los tradicionales valores marginales (‘ético’, ‘simpatético’, ‘de interés’...) se asocian indisolublemente al término ‘dativos’ (a los que Bello apellidaba magistralmente ‘superfluos’). Podemos resumir esta situación en el siguiente cuadro gráfico (bajo la denominación ‘dativos de interés’ se incluyen todos los valores no objetivos):

 

DATIVOS

dativos objetivos o

complementos indirectos

dativos de interés

 

La escuela funcionalista (Alarcos 1994, Gutiérrez 1977-78) establece una división tajante entre ‘complementos (indirectos)’ y ‘dativos (superfluos)’. Semejante división la hallamos incluso en generativistas (Hernanz y Brucart 1987). Sin embargo, los últimos trabajos tienden a identificar ambos conjuntos bajo un mismo nombre, ya sea complemento indirecto (Alcina y Blecua 1975), Cano Aguilar 1981, Vázquez 1995) o dativos (Masullo 1992, Delbecque y Lamiroy 1992 y 1996, Maldonado 1994). [...]

[Gutiérrez Ordóñez, Salvador: “Los dativos”. En: Bosque, Ignacio / Demonte, Violeta (eds.): Gramática descriptiva de la lengua española. Madrid: Real Academia Española / Espasa Calpe. 1999, § 30.1.1]

El complemento indirecto - Caracterización semántica

Según el significado del verbo al que complementa, el complemento indirecto puede designar

1) al destinatario de la acción: le hablé de ti a mis padres;

2) al que resulta beneficiado o perjudicado por ella: te he limpiado la habitación; le han roto el coche a mi padre.

3) al que experimenta la noción que el verbo denota: le cuesta pedir disculpas;

4) a la persona o cosa afectadas positiva o negativamente por las características de algo: los pantalones le quedan anchos.

El complemento indirecto como función sintáctica - Caracterización formal

El complemento indirecto presenta los rasgos formales siguientes:

a) Va precedido de la preposición a, salvo cuando se trata de pronombres átonos (los complementos con para es hoy común analizarlos como complementos circunstanciales de beneficiario): Mandó un mensaje a todos los amigos.

b) Es sustituible por un clítico pronominal del paradigma me, te, le, nos, os, les. En caso de coaparición con un referente pronominal de tercera persona, este clítico se transforma automáticamente en se: Les mandó un mensaje.

c) Siempre admite duplicación con los pronombres átonos le, les en la misma oración, duplicación que es obligatoria cuando el objeto indirecto va antepuesto al verbo: Envió un salmón serrano a sus padres. Le mandó un ramo de flores a su novia. A su novia le mandó un ramo de flores.

d) No es pasivizable, es decir, permanece sin cambios en las oraciones pasivas: Di el dinero a mi madre. > El dinero fue dado por mí a mi madre.

e) Puede aparecer en oraciones intransitivas: El tema interesó a los asistentes. > El tema les interesó. El cuadro perteneció a mi abuelo. > El cuadro le perteneció. A mí me gustan los pasteles de chocolate.

Carácter argumental del complemento indirecto

Si decimos que un complemento argumental es aquel que no se puede suprimir sin que la oración sea agramatical, tenemos que tener en cuenta que hay muchos verbos que implican un complemento, aunque éste no esté expreso.

El verbo explicar siempre implica ‘explicación de algo’. Si decimos el profesor explica bien, la valoración de la explicación como ‘buena’ sólo es posible porque se supone que alguien la ha recibido y valorado como tal. Si decimos el niño come, presuponemos que ‘come algo’, a pesar de que no lo especifiquemos.

El clítico se complemento indirecto

El se como pronombre personal es una variante complementaria de le/les cuando este complemento indirecto precede a algún clítico acusativo lo, la, los, las:

El cartero le trajo un paquete a mi padre. > El cartero se lo trajo.

El cartero le trajo una carta a mi padre. > El cartero se la trajo.

La abuela les trajo caramelos a los niños. > Se los trajo.

Este se pronombre personal procede del demostrativo latino illi (complemento indirecto), que unido al acusativo illum, illam, illud, illos, illas (complemento directo) desemboca en la forma actual se:

illi + illum > elliello > yelo > želo (escrito gelo; la consonante prepalatal evolucionó hasta una sibilante alveolar s) > se lo ...

En estos casos, la función del pronombre y del nombre al que se refiere siempre es la misma: complemento indirecto.

Solamente con el verbo llamar el pronombre se es una variante del acusativo lo cuando va seguido del clítico lo en función de un predicativo:

Llaman tonto al niño. > Lo llaman tonto. > Se lo llaman.

[se = "al niño" (complemento directo); lo = "tonto" (complemento predicativo)]

Al niño es complemento directo, ya al convertir la oración en pasiva tenemos:

El niño es llamado tonto. ["el niño" es sujeto; "tonto" es un predicativo]

«Llamar significa también 'aplicar [a alguien o algo] una denominación o calificativo': «Vino al mundo un niño a quien llamaron Rolf»; «¡No llames víbora a mi mujer!. Con este sentido era transitivo en latín y se construía con doble acusativo. Ya desde los orígenes el español vaciló entre usar en este caso las formas de dativo le(s) o las de acusativo lo(s), l(a)s, vacilación que se ha mantenido hasta la época actual: «En España a la papa le llaman patata»; «Presiento una hija y [...] la llamaré Juana». A pesar de esta vacilación tradicional, hoy se recomienda el uso de los pronombres lo(s), la(s), pues el complemento que expresa la persona o cosa nombrada funciona como sujeto en la construcción pasiva: La niña fue llamada Juana; a esto se añade que el complemento predicativo, que es el que expresa el nombre o calificativo aplicado, solo puede referirse gramaticalmente a un sujeto o a un complemento directo, nunca a un complemento indirecto.» [RAE: Diccionario panhispánico de dudas. Madrid: Santillana, 2005, p. 401]

El dativo aspectual

«La alternancia aspectual o télica

Son muchos los verbos que tienen alternancia mediante los clíticos me, te, se y sus plurales, tanto en usos transitivos como intransitivos. Con verbos transitivos, los clíticos aparecen en contextos télicos, caracterizados por expresar el final del proceso o de la acción, lo que queda demostrado por el hecho de que la presencia de clítico es incompatible con predicaciones transitivas atélicas construidas con un objeto directo sin determinante

Los arquitectos se construyeron el puente (en pocos días),

*Los ingenieros se construyen puentes,

así como con adjuntos que indican duración

Se comió todo lo que tenía en el plato en un minuto.

*Se comió todo lo que tenía en el plato durante un minuto.

En los ejemplos citados con se podemos hablar de un verdadero estado resultante, que, además, depende crucialmente de la participación del sujeto como agente intencional que desencadena el proceso y lo culmina en el objeto. Según estos datos, el clítico selecciona una predicación en la que sujeto y objeto contribuyen a la telicidad. Este empleo del clítico es conocido con el nombre de “dativo aspectual”, aunque en realidad es un dativo de la clase de acción verbal o del evento, por lo que más bien debería denominarse “dativo télico” o “de evento télico”.

En el caso de los verbos intransitivos, la aparición del clítico télico da lugar a una casuística tan variada como en ocasiones difícil de delimitar.

La presencia del clítico es bastante productiva con verbos de movimiento: marchar, marcharse; ir, irse; subir, subirse y bajar, bajarse. En estos casos, el verbo intransitivo no pronominal se comporta igual que un verbo de dirección inherente que selecciona un complemento locativo: Voy a mi casa, mientras que la variante pronominal no requiere dicho modificador: Me voy.

Entre los intransitivos que no son de movimiento encontramos alternancia entre los usos pronominales y no pronominales en despertar, despertarse; dormir, dormirse; morir, morirse; reír, reírse. Estos predicados suelen implicar un sujeto con un carácter más intencional que actúa como controlador directo de la acción. En las variantes caerse, despertarse, dormirse, morirse, subirse, etc. parece existir una referencia al estado final, pues dan lugar a participios que denotan estados alcanzados y, en consecuencia, son compatibles con el verbo copulativo estar, formando oraciones copulativas que denotan estados finales: Está {caído /despierto /dormido /muerto /subido}.

La prueba de que los usos pronominales denotan acciones puntuales, no durativas, reside en que suelen rechazar la presencia de construcciones y complementos de tiempo que prolongan el desarrollo de la acción:

Tardó varios día en irse a Santiago.

Tardó todavía un rato en bajarse del tejado.

Tardó casi una hora en dormirse.

Como ha observado Sánchez López (2002), en estos ejemplos los modificadores temporales no expresan la duración de la acción denotada por los infinitivos irse, bajarse y dormirse, sino el tiempo que transcurre desde el momento de referencia, marcado por el pasado tardó, y la acción del infinitivo. La única posibilidad de que los modificadores temporales indiquen la duración de la acción expresada por los infinitivos estriba en la eliminación del clítico:

Tardó varios días en ir a Santiago,

Tardó todavía un rato en bajar del tejado,

Tardó casi una hora en dormir.

Tanto en una estructura transitiva como intransitiva, el clítico télico selecciona una estructura sintáctica télica.»

[Rodríguez Ramalle, Teresa María: Manual de sintaxis del español. Madrid: Editorial Castalia, 2005, § 3.4.4.1-2]

El dativo superfluo o ético

Esto no me lo pierdo por nada.

Te perdiste un partido extraordinario.

Todo complemento indirecto es un dativo, pero no todo dativo es un complemento indirecto. También se llama dativo al caso que corresponde a ciertos usos de los pronombres personales átonos me, te, le(s) o se, nos, os, cuando no están exigidos por el significado del verbo, como en Se le casa la niña (sería igualmente posible y correcta la oración Se casa la niña). Si el pronombre de dativo concuerda con el sujeto de la oración en estas construcciones, se suele hablar de dativo concordado: Juan se comió un pastel; No me creo nada.

«El llamado dativo superfluo o ético

El dativo ético, expletivo o superfluo, si bien poco frecuente en el lenguaje cuidado, se utiliza en el coloquial. Se trata de un complemento representado exclusivamente por una forma pronominal átona de dativo, cuya función, puramente expresiva, es la de indicar el interés de la persona en lo expresado por el sintagma verbal; de ahí que pueda fácilmente eliminarse sin que se produzca un cambio sustancial del significado:

Se fuma veinte cigarrillos diarios

Salúdame a tus padres

Tú telo sabes todo

Se nos casa Juana la semana que viene.

Que estos dativos no pueden considerarse completamente indirectos no se demuestra únicamente por su carácter opcional, vale decir, no regido, sino también porque pueden aparecer al lado de un verdadero complemento indirecto:

No me le des tantos caramelos al niño.

Otro rasgo formal que los distingue del complemento indirecto es que, mientras éste puede aparecer pleonásticamente junto con un sintagma constituido por a + sustantivo o pronombre tónico, el dativo ético carece de esa posibilidad:

*No me le des a mí tantos caramelos al niño.

Por eso tampoco admite la construcción de relieve con ser:

*Es a mí a quien no le des tantos caramelos al niño.

El dativo superfluo puede aparecer en cualquier tipo de contexto.»

[Porto Dapena, José-Álvaro: Complementos argumentales del verbo: directo, indirecto, suplemento y agente. Madrid: Arco/Libros, 1994, p. 30 sigs.]

DATIVO CON INTRANSITIVOS

Su conducta desagradó a todos los presentes.

«Caracteres generales de los dativos:

[Gutiérrez Ordóñez, Salvador: “Los dativos”. En: Bosque, Ignacio / Demonte, Violeta (eds.): Gramática descriptiva de la lengua española. Madrid: Real Academia Española / Espasa Calpe. 1999, § 30.7.2]

«Dativo "ético"

En otros verbos la acción queda completa con sólo el complemento directo, y sin embargo, construimos la frase además con un dativo, que es el llamado tradicionalmente ético, el cual, siempre en relación con personas o pronombres personales, indica la participación moral de una persona en una acción. Es el dativo que Bello llama superfluo, y que sirve también para dar tono familiar y festivo a la oración:

No te me pongas tonta.

Que si Sacripante o Roldán fueran poetas, que ya me hubieran jabonado a la dondella. (Quijote, II, 1)

Este dativo, en latín, se limitaba a los pronombres de primera y segunda persona: mihi illam laudas?; ecce tibi est exortus Isocrates. Pero en castellano hamos extendido su uso a la tercera persona (que en latín tenía otro matiz) y aun al sustantivo; así, podremos decir: en África mataron un hijo a mi amigo, donde mi amigo, si no tiene intervención directa en la oración, recibe el efecto moral de ella.

En otros casos, solemos emplear para recalcar más dicho efecto, un dativo pleonástico del pronombre personal, diciendo:

A mí amigo le han matado un hijo.

Para el empleo de este dativo es preciso que la persona que lo representa no reciba la acción como término de la misma, sino que toque sus consecuencias, buenas o malas. Así, en la frase:

el gato se ha comido la carne,

decimos solamente un hecho que puede no afectarnos; pero

el gato se me ha comido la carne

indica que me ha perjudicado al hacerlo. Al decir

el chico es muy estudioso; le han dado un premio extraordinario,

sólo afirmamos un hecho; pero si decimos

el chico es muy estudioso; me le han dado un premio extraordinario,

hacemos resaltar la satisfacción que el hechos nos inspira. El mismo valor tiene este dativo en

tú lo quisiste, tú te lo ten,

y en este pasaje del Quijote (II, 5):

te la chanto (a Sanchica) un don y una señoría a cuestas y te la saco de los rastrojos y te la pongo en toldo y peana,

donde Sancho da a entender 'hago todo eso para tu satisfacción'. A este dativo le llama la Academia "dativo de interés", pero como esta palabra puede prestarse a ambigüedades si no se hace la distinción debida entre el interés gramatical de recibir la acción y la moral de sufrir las consecuencias, preferimos seguir la nomenclatura latina y seguir llamándolo dativo ético.»

[Martínez Amador, Emilio M.: Diccionario gramatical y de dudas del idioma. Barcelona: Sopena, 1974, p. 437-438]

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