|
Serafín Estébanez Calderón - Textos (comp.) Justo Fernández López Historia de la literatura española
|
Serafín Estébanez Calderón (1799-1867)
Textos
La soberbia
Yo vi una altiva populosa encina
tender sus ramos orgullosa al viento,
presumiendo tocar el firmamento
y avasallar el prado y la colina.
Yo vi el oro del sol con luz divina
la verde copa coronar contento,
y yo la vi en pomposo movimiento
mecer ufana al ave peregrina:
Mas vi también, cual precursor del llanto,
leve vapor crecer a nube airada,
tendiendo por la esfera el negro manto:
La vi rasgarse en llamas inflamada,
lanzar el rayo y miro con espanto
el árbol convertido en polvo, en nada.
A la ciudad reina de Andalucía
Casas moriscas, patios con jazmines,
naranjos, flores, búcaros y fuentes,
antorchas en girándulas lucientes,
que alumbran por cancelas los jardines.
Damas entre damascos y cojines,
refrescando al ventalle los ambientes
y guardando en las rejas impacientes
citas, lances con nobles paladines.
Músicas por las calles y veladas;
Guadalquivir que, manso, lejos brilla,
la flota y la Giralda iluminadas.
Soldado, abad, buscona, gitanilla;
escalas en balcón, reñir de espadas,
esta es Babel de amor, esta es Sevilla.
La ingratitud
La blanca rosa que embalsama el viento,
inclinando su corola divina,
tributo paga al agua cristalina
que fértil le regó su verde asiento.
Trisca en la jaula el colorín contento,
y en armónico son gozoso trina,
si así agradar más fácil imagina
al que le presta pródiga el sustento.
Premia al besar la cándida paloma
el ardor cariñoso de su amante,
y el altivo desdén a su afán doma:
Mas tú a mi amor más dura que diamante
desoyes de mi labio el tierno idioma,
siempre esquivando mi pasión constante.
El anillo
Ve, pobre anillo, hasta la linda mano
de la hermosa que adora mi fiel pecho.
Ve, ve, cumple y disfruta satisfecho
de galardón tan alto y soberano.
Dile pues que en tu óvalo galano
quisiera yo enlazar con dulce estrecho
mi blando corazón, de cera hecho,
con el suyo, aunque helado y tan tirano.
En tu círculo de oro misterioso,
y en el firme diamante que te adorna,
el más constante eterno amor aprenda:
Mas si me vende, el cerco prodigioso,
tú mismo con estrépito trastorna,
y así esta magia su traición reprenda.
El propósito desesperado
Si por robarte a mi pasión ardiente
tus deudos, descargando el fiero amago,
te arrebatasen con ardid aciago
de estos ojos que lloran por ti ausente;
aunque en un fuerte alcázar eminente
te encante por las artes de algún mago,
y que entorno te cerquen con un lago
de fuego hirviendo con voraz corriente;
O aunque te oculten en el hondo silo
del monte más oscuro y más distante;
por lograrte lanzárame tranquilo,
y hendiera un mar de lava fulminante,
o bajara en tu busca al negro asilo,
siempre que fueses a mi amor constante.
Contra Gallardo
Traga-infolios, engulle-librerías,
desvalija-papeles, mariscante,
pescador, ratonzuelo, mareante,
Barbarroja y Dragut de nuestros días.
Más vejete que el viejo Matatías,
murcia-murciando va el mundo adelante;
de bibliotecas es el coco andante,
capeador, incansable en correrías.
Harto de hormiguear a troche y moche
y de hundir lo que birla desde mozo
en su cueva, insondable como abismo,
en sueños se levanta a media noche,
coge sus libros y los echa al pozo,
y por garfiar, garfiña hasta sí mismo.
A Filis
¿Quién tu rostro divino, Fili hermosa,
que en esplendor venciera el claro día,
intentó marchitar con mano impía
sembrando gualda en su azucena y rosa?
Tus ojos de paloma cariñosa,
que do quieran llevaban la alegría,
¿quién los pudo eclipsar, di, vida mía,
empañando su gloria luminosa?
Venus fue la que en cólera y fiereza
ajó tu flor con pecho vengativo,
envidiando tu lumbre y gentileza.
Pero Amor, que es tu guarda compasivo
te volvió con un beso tu belleza,
aumentando con otro tu atractivo.
Impressum | Datenschutzerklärung und Cookies
Copyright © 1999-2018 Hispanoteca - Alle Rechte vorbehalten